sábado, 4 de agosto de 2012

El diario

Y cuando a punto estaba de dar la vuelta y marcharme...se abrieron las enormes puertas de hierro forjado que adornaban el grandísimo y espectacular palacio que se hallaba a las afueras del pueblo.
Contenta y al mismo tiempo asustada, decidí entrar con pies de plomo, despacio, como si de una leona intentando coger a su presa desprevenida se tratase.
Fui avanzando poco a poco por ese jardín que se podía observar en la entrada, lleno de rosas rojas,  parecidas al color de la sangre, con grandes espinas visibles... un poco más adelante una piscina con un par de delfines tallados a mano en varias esquinas del bordillo de ésta...con pequeñas pinceladas decorando sus caras tristes.
Conforme iba avanzando poco a poco, se podía divisar a lo lejos una enrredadera que daba paso a otra pequeña sala, aunque de pequeña tenía bien poco, en comparación con lo demás era diminuta.
Paseándome por allí, sin más, encontré un libro posado en una gran mesa rectangular que llegaba desde el principio de esa habitación tan siniestra hasta el final de la misma, una vez me acerqué a él descubrí que se trataba de un diario.
A pesar de que desde muy chica me enseñaron que libros como ése no debían abrirse, yo deseosa de saber que escondía, muy convencida, intenté desplegar la primera página, pero fue en vano, ya que poco después observé que tenía un candado, que indudablemente se servía de una llave para poder abrirse.
Le dí mil y una vueltas para encontrar otra salida, y salir vencedora, pudiendo descubrir que se hallaba dentro de éste, pero nada se me ocurría... ni si quiera me percaté de algo tan sencillo, que había estado conmigo todo este tiempo, desde que me encontraba en el orfanato, una llave preciada que colgaba de mi cuello desde que mi memoria pudiese alcanzar. 
Llorando desconsolada porque jamás encontraría de donde procedía y por tanto, nunca sabría a donde me dirigía, observé un espejo que se encontraba al fondo de la sala... y justo allí me percaté... ese colgante que llevaba que ni para dormir me lo quitaba.
¡Cómo no me había dado cuenta antes! me quité lo más rápido que pude la medalla que colgaba de mi pecho e hice contacto con la llave y el candado del diario y sin esperarlo, se abrió. 
Y allí estaba, justo en la primera página, una foto de una niña con sus padres, la misma foto que llevaba siempre guardada para recordar a mi familia... y entonces supe seguir mi destino... ya sabía cual era mi casa... ya sabía que camino coger para seguir adelante.










No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seres mitológicos

Estoy sentada en el suelo, con las piernas cruzadas. En el sofá está mi hermano, dormido. Todo está en silencio; él ha llegado de trabajar ...