viernes, 30 de enero de 2015

Ella escribe su destino

Sus manos dedican con delicadeza unas letras al fuerte viento de la calle y tras cortos pasos avanza hacia adelante. Camina en busca de un destino concreto; el suyo mismo aún sin escribir. 
Lleva tras su paso una ventolera de imaginación, un pincel con el que expresa sus sentimientos y una pluma que escribe sobre ellos, dejando a la vista todo un mundo de colores con el que sueña. 
Su destino está entre los baches de esa acera que en ese instante queda tras sus pisadas, en esas mismas grietas que se van mostrando, dibujadas en aquel suspiro que deja en el aire. 
Ese aire alborota su cabello y ofrece sus típicos enredos rizados; irremediablemente todo le hace pertenecer a él. El propio viento es el que le susurra su nombre en el oído, el mismo que le provoca incertidumbre pero que le hace conocer el sentido de vivir. La sonrisa brota en aquella ventisca de invierno, fría. Sin embargo, ella siente calor y juega a descaro junto a la felicidad, esperando ganar la apuesta del para siempre, que la hace tan inmensamente dichosa. 
Despacio se acerca al final del camino, final que la lleva hasta su sonrisa, siempre tan especial, en toda ocasión aventurera, siempre tan entusiasta. Sus carcajadas son ese motivo inesperado que la hace sentir tan bien. Justo en ese instante lo abraza, abraza a ese aire que la lleva hasta la mejor de las compañías, hasta aquel que se ha convertido, sin esperarlo, en su destino. 


domingo, 11 de enero de 2015

Ellos bajo la luna

A orillas de la luna, Marcos divisaba un pequeño tesoro escondido. Divagaba por los siete mares que ante sí se encontraban y deseaba con todas sus fuerzas adentrarse en ellos, esperando buscar eso que en sueños siempre había querido. Tan solo deseaba tener entre sus diminutas manos una pequeña piedra brillante, esa misma que las olas poseían en su superficie, esa misma que iluminaría todos sus días; quería que su corazón apagado brillase una vez más.

A orillas de la luna, Marta tapó sus ojos con manos de porcelana, a aquel que deseaba entre versos alcanzar la misma luna que se dibujaba en el mar. Sin embargo, no reaccionó ante su tacto. Ella solo deseaba poner punto y final a su callado corazón, quería que sonriese en aquella penumbra que ofrecía el mar de madrugada, solo deseaba retroceder un poco el tiempo y que el minutero del reloj marcase esa hora exacta, la misma que le hacía feliz.

A orillas de la luna, Marta y Marcos se miraron, sonrieron y viajaron juntos, viajaron a alta mar, navegaron con un barco de vela a la deriva, le pusieron ojos preciosos a la luna que los observaba desde el cielo y abrazados surcaron sus más profundos sueños...

- Marcos despierta, he tenido un gran sueño. - Dijo Marta entusiasmada.

- Lo sé hermanita, yo también he estado en él. 

Juntos, aunque solo fuera en los más profundos y bonitos sueños de madrugada, él y ella.




Seres mitológicos

Estoy sentada en el suelo, con las piernas cruzadas. En el sofá está mi hermano, dormido. Todo está en silencio; él ha llegado de trabajar ...