lunes, 29 de febrero de 2016

Escribir desde un banco

Se oye un balón botar a lo lejos, a pesar de ello, a simple vista el parque está desierto por ahora.
Solo puedo ver una figura de un señor no muy mayor entrado en canas que se abre camino entre el canto de los pájaros, el ladrido de un perro callejero y la voz de un niño ausente que pisó desde muy temprano aquel columpio. Sé que estuvo allí por la bufanda que cuelga del tobogán, -olvidada-.

Justo al otro lado, un anciano, a tientas, con esa pierna que ya no le funciona como antaño, pasea escuchando una radio que al ser tan vieja, no alcanza sintonía alguna. Parece que huye de las nuevas tecnologías o simplemente nadie le enseñó a usar un mp4. También parece solo; desquito la mirada, no quiero que me vea. Es inútil pensar que puedo ofrecerle compañía a un viejo ¿no?, ¿sobre qué podríamos hablar?, ¿qué historias me contaría?, sí, quizá haya vivido en los años de la Guerra Civil o tal vez haya experimentado el hambre de la posguerra; tal vez su pierna magullada haga recuerdo a ese pasado. Sería interesante poder establecer conversación con él, pero no, eso nunca pasa.

A pesar del sol, hace frío, mi pelo es alborotado por el viento pero me siento bien. Estoy tranquila, parezco una extraña rodeada de seres humanos reales. Solo soy una loca con una mochila y una libreta -¡qué estupidez!- dirán algunos. Me muerdo el labio intentando no adentrarme en sus pensamientos pero no puedo evitar contemplar a esos dos adolescentes que recorren con impaciencia las calles, están colgando un cartel, quizá el ladrido que escuché hace unos minutos pertenezca a esa foto que ahora está pegada en algunas farolas - "Se busca a Toby"- anuncia. 

Tan solo a dos metros de ellos, una mujer embarazada intenta correr detrás de sus dos pequeños, parece nerviosa pero también muy ilusionada. A pesar de todo, lo más importante es que esa niña me observa, entre sus manos acurruca una pequeña muñeca y no se atreve a sonreírme. Intento no causarle mala impresión, está descifrando con detenimiento mi quehacer, me pregunto qué pensará de mí esa criatura insignificante que me mira con ojos de cordero degollado. 

Espero con impaciencia que nadie me pregunte la hora, quiero observarlo todo con cautela, quedarme petrificada mirando a aquella niñita que me corresponde la mirada. Me gusta imaginar que soy ella; que juega entre castillos de juguete y que con una única muñeca es feliz.




 

jueves, 18 de febrero de 2016

Kilómetros

- Unos kilómetros separan nuestros caminos - 

Los grandes ojos del búho apreciaban esa distancia mientras volaba al compás del coche, y yo, aunque conducía, no podía parar de mirarlo de reojo. Iba cansada y cabizbaja; solo una pequeña parte de mí mantenía viva la ilusión por el reencuentro, muy pequeña pero luchadora. 
En la carretera llevaba una guía concreta pero ni siquiera prestaba atención hacia donde me dirigía, mis sentidos manejaban solos el vehículo, se conocían de memoria el camino.
Me preguntaba si era yo la que había cambiado, no sé por qué, pero tenía la sensación de que se nos habían acabado las palabras, ya las miradas no descifraban lo que pensábamos. Las risas eran forzadas y la conversación, de cierto modo, vacía.
Me encantaba integrarme en alguna conversación sin sentido como antes, pero el resultado no era el mismo, me daba la impresión de que las carcajadas eran diferentes y que los años, inevitablemente habían pasado por nosotros, no éramos viejos, simplemente pequeños adultos descubriendo mundos distintos; - parece mentira, antes solo existía un único mundo creado por y para nosotros -.
Al mismo tiempo que sonreía también lloraba recordando los momentos, me sentía con más fuerza que nunca pero también me encontraba apenada porque estaba perdiendo una parte de mí, una grandísima huella creada con el tiempo y que la distancia y las diferentes circunstancias me estaban arrebatando; no de forma literal, pero mi corazón así lo sentía.
Sin remediarlo, me encontraba sola sin razón, sin embargo mis pies iban - o eso creo - a la dirección exacta. Iban a empaparme de un pasado que seguía siendo muy real, intentaba mantener la compostura, no llorar por algo no muy concreto que solo pasaba por mi cabeza, disimulando mis sentimientos y ocultando que a todas horas los echaba muchísimo de menos.


lunes, 15 de febrero de 2016

Ya ha pasado San Valentín...

Se dice que un día más es un día menos, sin embargo me quedo con el día de más porque es éste el que disfruto de tu compañía; al fin y al cabo todos los días son más si los paso a tu lado.
Ese día 14 de febrero no esperas regalos, ni siquiera cartas en las que mostrarte mi querer; no te gustan las fotografías y tampoco las rosas.
Todo esto no importa, las cartas son papel y las letras que las componen solo pueden describir mínimamente todos los sentimientos que hacen que mi corazón palpite, las fotografías son imágenes paralizadas y nuestro querer no queda marchito como una flor.
Todos los días cuentan como uno más, no importa que sea o no San Valentín, todos los días a tu lado vuelve a nacer el amor.








martes, 2 de febrero de 2016

¿Soy escritora?

En alguna ocasión me he preguntado qué es aquello que una persona necesita para ganarse el calificativo de escritor y si realmente yo lo merezco. A pesar de ello, nunca me he propuesto averiguarlo. 

Jamás me he cuestionado por qué escribo ni para qué, no he encontrado razón alguna para argumentar esta necesidad de relatar, de narrar, simplemente de contarle a todos lo que mi alocada cabeza sueña, siente e imagina a cualquier hora del día.

Escribo porque alguna vez, en un determinado instante y una persona concreta me regaló, siendo una cría, un lápiz y una libreta, mi imaginación hizo el resto. Ni siquiera puedo recordar ese día, solo mi primer cuento verifica que fue real. 

No imagino un suceso ocurrido en mi vida sin poderlo plasmar en letras que caractericen mi historia. Echo la vista hacia atrás y compruebo que cada una de mis palabras reflejan la persona que soy, la adolescente que hace pocos años fui y la niña que aún llevo dentro. 

Es verdad, en ocasiones he tenido miedo de desmostrar todos mis sentimientos escribiendo; al fin y al cabo era una forma de desnudarme por completo y un asalto a mi propia intimidad. Sin embargo, nunca he querido dejar de escribir porque hacerlo me llena el alma, porque mis problemas desaparecen con tan solo imaginarme una nueva novela.

Escribo porque no conozco una forma mejor de mostrar al mundo que estoy viva. Escribo simplemente porque aunque no tengo alas para alzar el vuelo, la escritura hace que consiga volar.













Seres mitológicos

Estoy sentada en el suelo, con las piernas cruzadas. En el sofá está mi hermano, dormido. Todo está en silencio; él ha llegado de trabajar ...