lunes, 27 de marzo de 2017

Niña del ayer

Se han cogido de la mano, han mostrado una mirada confidencial que solo ellas conocen y con una media sonrisa y colores en sus mejillas han adivinado lo que piensan.

- ¿Es eso posible?
- Calla, solo estoy recordando.

Empiezan a caminar, a lo lejos su ilusión va creciendo y ese primer pensamiento lo hace con ellas también. Aunque muy presente, va cambiando con el tiempo.

- Pero, ¿qué piensan?
- Déjame. Eres más insorportable de lo que recordaba.
- Pero, ¿qué haces?
- ¡Qué pesada!

En este instante juegan, tocan las palmas con canciones pasadas y saltan a la comba; hacen el intento de no caerse.

- Creo que es mejor que jueguen a la chucla. Es más divertido.
- Déjame tranquila.
- Si eres tú la que me has llamado. ¿Dónde están las cámaras y el escenario?

Ríen, al compás de una guitarra las dos taconean y sueñan haciéndolo. En sus manos una pequeña estatuilla de óscar hecha de papel y cartón, una sonrisa en sus labios.

- No hay escenario, el telón bajó hace tiempo.
- Pero...si era nuestro sueño.
- Quiero que te vayas ya.

Se marchó. En la habitación solo estaba Carla, no había miradas confidenciales ni juegos infantiles. No existían los micrófonos, los aplausos y el vestuario.

La niña del ayer fue a visitarla; la conciencia no dejaba a Carla dormir; su yo pasado la consolaba todas las noches.



Resultado de imagen de una niña y una mujer








lunes, 6 de marzo de 2017

Escríbeme, invéntame

La luna alumbraba la cuna que triste se mecía por el viento azotado de otoño. La ventana estaba abierta y la pequeña no podía parar de llorar, parecía faltarle lo más importante a esa hora de la madrugada y suplicaba a base de llantos un poco de atención.

A su lado, un peluche la acompañaba, era un oso tan diminuto como ella, regalo de su padre, los muñecos que colgaban de su cama obsequio de su madre y el pijama que la protegía del frío un atuendo de antepasados.

Lloraba y le parecía que llevaba haciéndolo una eternidad, no encontraba el chupete entre las acomodadas sábanas, pronto recordó que en sus pocos meses de vida jamás le había gustado ese objeto tan raro que todos los bebés portaban en sus boquitas. En ese momento sí lo echaba de menos.

No gritó papá o mamá porque su lengua aún no se lo permitía, el hambre invadía sus sentidos, no podía pensar en nada más.

Era el destino, tener los ojos claros y la cara alargada. Manitas de trapo, inocencia masticada, ilusa y aventurera. Su mente dibujaba corazones alados, paisajes plagados de margaritas, pasos sin rumbo y un camino incierto. Solo estaba ella, contando experiencias con los dedos y jugando a adivinar quién llegaría a la meta antes; no distinguía entre la liebre y la tortuga. En sus obligaciones y derechos ella solo coloreaba.

La luna alumbraba la cuna y triste la mecía, esperando que nadie corriera en su ayuda. Luna hechicera, los padres no pudieron despertarse esa noche.

Resultado de imagen de cuna en la noche

Seres mitológicos

Estoy sentada en el suelo, con las piernas cruzadas. En el sofá está mi hermano, dormido. Todo está en silencio; él ha llegado de trabajar ...