jueves, 27 de agosto de 2015

Hoy me apetece todo

Hoy me apetece todo.

Me apetece llegar a casa y desordenarla, darle un abrazo y dejar la ropa por cada rincón que voy pasando, hasta quedar completamente desnuda frente a él. Me apetece saltar en el sofá y empezar una guerra de cojines, la misma que minutos después acabará en besos.

Quiero entrar a la cocina de forma sigilosa, dejar a un lado la dieta y comer mucho chocolate porque me apetece. Me apetece reír a carcajadas sin razón alguna, bailar deprisa, dar vueltas por todo el salón hasta caer rendida. Salir tarde sin miedo a madrugar, me apetece ser niña de nuevo.

Sentarme en el porche a tomar el aire fresco y poner mis piernas encima de las suyas. Dedicarle alguna sonrisa a la estrella que todas las noches me mira y seguir imaginando que aún puedo volar y jugar en los columpios del parque sin que nadie se extrañe por ello. 

Deseo moderle el labio ahora, buscar su foto en mi cartera y darle un beso, salir a correr sin cansarme mientras él me persigue, soñar despierta. 

Hoy me apetece todo. Decorar con pinceles y pintura cada pared, mancharle la cara y fingir que yo no soy la culpable de tal desastre - ¡Yo no he sido! -. Me apetece cantarle a la vida componiendo mi propia melodía. Recordar tiempos pasados oliendo alguna flor y mirarle entusiasmada mientras corro a enseñársela.

Me apetece llegar a casa y desordenarla, darle un fortísimo abrazo y descansar junto a él, mientras sueño que hoy me apetece todo.
  

martes, 25 de agosto de 2015

¡Difícil!

- ¡Difícil! - sus dientes mordieron con sutileza su labio inferior y por instantes sus piernas parecían quererse salir de su corpulento cuerpo, éstas se movían con nerviosismo. No hacía más que intentar mirar de un lado hacia otro; era de día pero tenía miedo, la claridad no le calmaba, al menos no esa mañana. Cualquier mínimo ruido le hacía ponerse alerta, ese cuello tenso, esa frente sudorosa y esas manos insistiendo en quererse crujir los dedos. 

Por un momento quiso llorar, se encontraba sentado en el escritorio de su habitación, de espaldas a la puerta, no quería levantarse del asiento, solo comenzó a observar de reojo. Sus ojos iban de la almohada de su cama a la esquina inferior derecha del ropero.

Una respiración áspera apareció en el dormitorio, minutos después de que él siguiera anclado a la pantalla de su ordenador. Justo en el oído izquierdo notó un pequeño suspiro de aire caliente y giró bruscamente... - no había nada - . 

- ¡Difícil! - solo la puerta se hallaba abierta de par en par y el pasillo tenía el mismo decorado de siempre. Ya sí estaba llorando, sorbió con su nariz, al mismo tiempo que decidió pasar su dedo índice también por ella, evitando coger un pañuelo. Se llevó las manos a la cabeza, se dio la vuelta y siguió jugando, ajeno a lo que segundos antes había pasado.

- ¡Difícil!, ¿verdad?! - su mano tiritaba en el ratón, le había parecido escuchar una voz. Respiró hondo, casi con dificultad; estaba esperando el momento preciso para cliquear. Tragó un nudo de aire y... pulsó.

- ¡Difícil! - nombró una voz desde la pantalla del ordenador... 

Desde entonces Iván no volvió a ser el mismo. 

sábado, 22 de agosto de 2015

Se abrazaron

Ambos se encontraban sentados en esa mesa donde ella algún día reflexionó sobre su futuro junto a mí - yo, mejor confidente de sus sueños encantados - . Él observaba con detenimiento el paisaje y en un principio parecía hacer oídos sordos a la persona que tenía a su lado.

Dos tímidas lágrimas escaparon de su rostro cuando apenas él mostraba interés en lo que decían sus palabras, - sabía lo que depararían los próximos cinco minutos - ella solo esperaba esa frase que tanto había deseado oír tiempo atrás. "Te he echado de menos"  dijo.

Se abrazaron. En ese instante el reloj de pared anclado tras la barra paró y yo quedé anonadada ante la embriagadora imagen - ella ya no me necesitaba - pensé. 












sábado, 8 de agosto de 2015

Tras el bostezo

Tras aquel bostezo, todo un mar de sueños salió a la luz, llevando consigo unas olas enfurecidas hacia la orilla de aquella playa; hacia la almohada en la que dormía.

Viajaba entonces en dirección al mundo perfecto que su cabeza siempre había creado en los peores momentos. Una perfección que en vida se le escapaba de sus manos.

Soñaba que ese volcán que divisaba, pronto daría su pistoletazo de salida y emergería en lava inundando el valle, olvidando que algún día formó parte de ese mismo paisaje que arrasaba.

En algún momento ella echaría a volar, sí, la mariposa que en mil colores florecía la llevaría en su lomo, incitándola a descubrir su destino.

Sin ir más lejos, ese gigante la cogería en sus brazos y le declararía el amor verdadero que tanto había ansiado siempre. 

Navegaría por el océano de la mano de una sirena de cabellos dorados y llegaría hacia la playa donde comenzó su más preciado sueño, su más bonito presentimiento y sus ganas más locas de echar a correr sin conocer el lugar de llegada.

Despertó con las sábanas humedecidas y con un olor profundo a mar; destapó su cuerpo y encontró ese cuenco con un poco de lava hirviendo, esa mariposa revoloteando a su alrededor, ese póster gigante a los pies de su cama que le ofrecía una flor como muestra de amor eterno y en lugar de piernas una bonita cola de sirena que ésta misma le obsequió antes de marchar.

Los sueños, tras aquel bostezo, pudieron hacerse realidad... o ¿Clara seguía soñando?



lunes, 3 de agosto de 2015

Es así, todos lloramos. Sí, - sé lo que estás pensando -, a veces lo hacemos sin razón. Quizás sea nuestra madurez, que en algunas ocasiones abandona nuestro cuerpo y viaja hacia atrás, hacia aquella época en la que solo sabíamos gatear, en la que balbuceábamos cosas sin sentido.

A menudo nos preguntamos qué significado tienen esas lágrimas, - ¿rabia?, ¿dolor?, ¿tristeza?, ¿alegría? - el ser humano es el animal más proclive a llorar y no saber por qué.

 - ¿Será la melancolía? - , sí o no, tal vez solo ausencia, ¿qué piensas? - ¿lloras por soledad o por agobio?-. No te sabría decir con exactitud, yo también soy humana. 

Lloramos, pero en nuestra cabeza queda el recuerdo de esa frase:

 - ¡Tienes que ser fuerte! - decían. 

Lo repetían tantas veces que esa palabra se convertía en una utopía, algo inalcanzable pero muy presente en nuestro día a día. A pesar de ello, lloramos; creo que lo hacemos porque es una forma de mostrar esa fuerza interior que nos caracteriza - No quién más llora es más débil - . 

A veces lloramos, sí - sé lo que estás pensando -, no solo tú has llorado sin razón.


Seres mitológicos

Estoy sentada en el suelo, con las piernas cruzadas. En el sofá está mi hermano, dormido. Todo está en silencio; él ha llegado de trabajar ...