- Uno, dos y... tres. -
En ese instante abrí los ojos, sentí como aquella voz me daba el inicio de salida y empecé a correr, más rápido y con más fuerza que mucho tiempo atrás, demasiado. Sentía el aire en mi rostro conforme avanzaba y ese frío se convertía pronto en un calor sofocante, aquel que provocaba el desenfreno de mis piernas, los tobillos también me ardían. Podía comprobar el barullo de personas que a ambos lados se encontraban, sin embargo, ni siquiera los miraba, muy en el fondo seguía con mis ojos cerrados.
- Uno, dos y... tres. -
Ese número, maldito. Yo solo eché a correr cuando mis oídos lo escucharon.