Me
encuentro aquí. Espero esa llamada mientras mido la distancia entre la cima de
la montaña en la que estoy sentada y tus besos. Besos
acolchados como almohada, cálidos de madrugada, solo míos.
Quiero
ser para ti la noche eterna y para tus labios, yo aquel mordisco. Bocado prohibido para tus
noches de encanto; ese mismo abrazo en nuestro capricho.
Quiero
ser para tus manos aquel roce de espuma, aquella agua clara para curar las
grietas, deseo ser la suavidad que abraza tus dedos, el mar salado que calma
tus heridas y la tristeza.
Quiero
ser para tu piel aquel viento de ternura, esa brisa veraniega que roza tu
cuerpo; ese suspiro al aire que te desea, que desea tu pecho acabado en verso.
Quiero
ser para tus pies yo el camino, ese que te lleva hacia tu destino, ese que te
hace avanzar hacia mi vera, el mismo que provoca el quejido. Quejido al aire de
tus sentimientos, quejido que te hace pertenecer a mí, solo mío.
Quiero
ser para tus ojos la belleza y la elegancia; aquellas que te ofrecen mis
sentidos. Quiero ser tu cariño, el mismo que te abraza, aquel que te da cobijo.
Quiero
para mi boca tu saliva, para mis mejillas tu caricia, para mi cuerpo tu suspiro
y para mi amor tu delirio. Quiero para mis labios ese beso y para mis manos tú mi abrigo. Tú, solo mío, solo tú.