domingo, 16 de julio de 2017

Una historia en un retrato

Valentina no podía dejar de observar aquel cuadro. Se lo había encontrado apilado en la basura junto a otros objetos sin valor. Ese retrato no era insignificante, al menos no para ella.

Los rasgos de esa mujer le recordaban a alguien, sus ojos oscuros, la nariz alargada y la mandíbula prominente. No había sido una señora bella; a juzgar por su imagen, hacía muchos años de su muerte.

Para Valentina, el abrigo que sostenía entre sus manos era de piel de oso, su peinado ostentoso se debía a su origen real y su mirada perdida estaba dirigida a su amor no correspondido. Uno de sus brazos se dibujaba en jarra, parecía posar ante el artista que la retrataba y tal vez la media curva de su boca era una sonrisa que le dedicaba a él. 

Estaba casada desde hacía diez años y había dado a luz a siete varones. Todos engendrados por el mismo hombre, el mayordomo. Las malas lenguas hablaban que el Rey era estéril y había acogido a su mejor compañero en la batalla para que le diera hijos. 

Ese día, una fiebre alta la hizo desmayar y ante la angustia de su esposo y sus hijos, murió.

Valentina había visto ese cuadro en innumerables ocasiones. Su abuela lo tenía colgado en la pequeña sala de estar.

- Mira princesa, ella es mi tatarabuela. 

A pesar de la insistencia de la niña, nunca quiso contarle cual era la verdadera historia que escondía el retrato.

Su madre había querido deshacerse de él cuando su abuela ingresó en la residencia. Valentina lo recogió a escondidas, era un antepasado, una Reina que la haría soñar despierta.



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Estoy sentada en el suelo, con las piernas cruzadas. En el sofá está mi hermano, dormido. Todo está en silencio; él ha llegado de trabajar ...