domingo, 26 de febrero de 2017

Mujer de pintura

Las olas pronunciadas del mar me hacen recordar:

Eran las doce de la noche, las hogueras protagonistas de la velada y él estaba sentado en la orilla. La oscuridad me impedía ver su imagen, pero sabía que estaba ahí. Mi aire risueño, ganas de sumergirme en el mar, adrenalina recorriendo por mi cuerpo y el frío adentrándose por mis venas cuando el agua por fin me rozó.

Le dije a la luna que me acercara a su regazo, le rogué que fuesen sus ojos los que me mirasen. Un sinfín de sensaciones experimentadas. Yo a su lado; la mujer más alocada se había enamorado.

No podía distiguir sus rasgos, no obstante ya me los sabía de memoria. Él, mi figura más cercana, mi día a día, mi todo. Portaba esa carta de amor que le regalé entre sus manos, voló, viajando mar adentro y trayéndome de regreso a casa. El olor, sus brillantes ojos verdes y su magia.

Sus dedos mi guía, su boca mi paraíso y su abrazo mi cobijo. Mujer de pintura me llamaban, corazón extraviado, alma sin rumbo. Sentir malherido hasta que su voz fue mi calma. 

Pasó muy rápido, la sal adherida a nuestro cuerpo, su mano estudiando el monte de Venus, ese que algún hombre ya había osado pisar; pero lo hizo con calma y callado. - ¿Qué importa el transcurrir del tiempo de forma tan veloz? - me decía a mí misma... - él siempre estará ahí - .

Fue espíritu invasor de mi vida, no me equivocaba. Nuestras miradas en ese instante eran errantes, viajando por cada recoveco de la piel y descubriendo paisajes encantados; qué bello el ser humano en ese delicado y pasional momento.

Amor acompasado, acompañándome en esa lucha de caricias. Quise ser su fuego eterno, quise ser sus dudas resueltas, su futuro en el aire y yo por siempre su princesa.



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sábado, 11 de febrero de 2017

Su primer vuelo

Nunca había volado, Eleanor viajaba al extranjero. Su madre se empeñó en que debía ir de Erasmus para terminar su carrera de Psicología y qué mejor país que Italia como destino, donde su tío Adrián vivía.

Sabía que echaría de menos todo lo que dejaba atrás, la risa de su sobrina, las "chuches" que aún con 21 años su abuela le regalaba todos los domingos, las discusiones con sus padres por querer buscarle un futuro que ella misma no había deseado  y tal vez las charlas con Aitana, su mejor amiga.

En el vuelo de ida la incertidumbre era su compañera y las turbulencias su peor enemigo. Para calmar la ansiedad recordaba esa frase que repetía una y otra vez sin cansarse desde muy pequeña: "Papá, papá...¿por qué siempre decís que la abuela está arrugada como una casa?". Le resultaba inquietante la respuesta que jamás llegó, ella sola sustituyó la palabra casa por pasa y lo entendió todo.

Se preguntaba en qué momento dejó de repetirla, en qué instante se hizo mayor para  dejar de cuestionar todo lo que sucedía a su alrededor. Había crecido, ya no corría por detrás del corralón vestida con los atuendos de su madre de cuando ésta era una cría; también perdió la costumbre de lavarse la cara y beber agua antes de cada comida, tal y como su hermana mayor le había enseñado. La adolesencia había pasado por sus ojos de manera veloz, en su cabeza solo tenían cabida las fantasías de la niñez.

Sin esperarlo se encontraba viajando entre las nubes y esperando ver a un tío que jamás había conocido: ¿cómo será?¿mayor que mamá? - Maldijo para sus adentros los tres años que habían pasado tan rápido, pero también se alegró de que sus padres respetaran su última decisión; solo cuatro meses de Erasmus y volvería a su hogar para buscar su propio futuro.
 

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sábado, 4 de febrero de 2017

Scraft, su águila

La carretera era interminable y la luz del sol empezaba a esconderse entre las montañas. Observaba por el retrovisor a sabiendas de que un animal alado la perseguía desde hacía un par de horas. Se podía distinguir que era un águila. 

- Scraft - pensó. 
El aire entraba por la ventanilla del coche, el sonido que producía los neumáticos al chocar contra las pequeñas piedras del camino era lo único que se podía oír.

Viaje incómodo, el mismo recorrido de todos los días a la misma hora, con la misma compañía. Su significado tampoco cambiaba. Se dirigía al lugar donde los sueños se hacían realidad, a la espera de escuchar un rayo de esperanza que diera la vuelta al mundo en el que vivía.

Scraft la perseguía, espiando de soslayo sus deseos. Sus imponentes alas cortaban el aire e imponían un nudo en su corazón. 

- Dame tus alas y así podré dibujarte entre las nubes.

Ella dejó caer esta frase con un suspiro entrecortado, sin percatarse de la humareda que se estaba creando alrededor del coche. Había despegado encontrándose con su águila, su amor verdadero, a la altura de las estrellas y viajando así al mundo del oráculo, mundo que la misma Scraft había creado solo para ella.



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Seres mitológicos

Estoy sentada en el suelo, con las piernas cruzadas. En el sofá está mi hermano, dormido. Todo está en silencio; él ha llegado de trabajar ...