sábado, 11 de febrero de 2017

Su primer vuelo

Nunca había volado, Eleanor viajaba al extranjero. Su madre se empeñó en que debía ir de Erasmus para terminar su carrera de Psicología y qué mejor país que Italia como destino, donde su tío Adrián vivía.

Sabía que echaría de menos todo lo que dejaba atrás, la risa de su sobrina, las "chuches" que aún con 21 años su abuela le regalaba todos los domingos, las discusiones con sus padres por querer buscarle un futuro que ella misma no había deseado  y tal vez las charlas con Aitana, su mejor amiga.

En el vuelo de ida la incertidumbre era su compañera y las turbulencias su peor enemigo. Para calmar la ansiedad recordaba esa frase que repetía una y otra vez sin cansarse desde muy pequeña: "Papá, papá...¿por qué siempre decís que la abuela está arrugada como una casa?". Le resultaba inquietante la respuesta que jamás llegó, ella sola sustituyó la palabra casa por pasa y lo entendió todo.

Se preguntaba en qué momento dejó de repetirla, en qué instante se hizo mayor para  dejar de cuestionar todo lo que sucedía a su alrededor. Había crecido, ya no corría por detrás del corralón vestida con los atuendos de su madre de cuando ésta era una cría; también perdió la costumbre de lavarse la cara y beber agua antes de cada comida, tal y como su hermana mayor le había enseñado. La adolesencia había pasado por sus ojos de manera veloz, en su cabeza solo tenían cabida las fantasías de la niñez.

Sin esperarlo se encontraba viajando entre las nubes y esperando ver a un tío que jamás había conocido: ¿cómo será?¿mayor que mamá? - Maldijo para sus adentros los tres años que habían pasado tan rápido, pero también se alegró de que sus padres respetaran su última decisión; solo cuatro meses de Erasmus y volvería a su hogar para buscar su propio futuro.
 

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