domingo, 6 de marzo de 2016

Siete años de mala suerte

- ¿Qué ha sido ese ruido? - 

No estaba solo, su gran gato persa se había adentrado en su habitación y vigilaba con impaciencia la ventana. Bigotes se encontraba tenso, tenía todo su pelaje erizado y miraba hacia la calle con cara de pocos amigos. No sabía cómo había entrado, tenía la puerta cerrada como siempre.

Sam estaba adormecido pero había escuchado con total precisión un crujido que provenía del baño. Se levantó con pereza, un frío invernal se apoderaba del dormitorio y en pleno verano, tuvo que arroparse con la bata que desparramada en el sofá, había sido olvidada durante los meses más calurosos del año.
 
- ¿Qué te pasa?, estás muy nervioso, soy yo - 

Bigotes parecía tener dentro al mismo denomio, él jamás lo había visto así. Solo se había acercado para tranquilizarlo y éste le respondió enseñándole sus grandes colmillos. No pudo cerrar la ventana.
Se fue alejando poco a poco de él y con pies descalzos se dirigió silencioso al aseo. Abrió con cautela la puerta y cayó.

- ¡Joder!, ¿qué ha sido eso? - 

Se desparramó en su presencia, así sin más. Miles de cristalitos le rodeaban, Sam estaba muerto de miedo. Bigotes lo observaba desde la puerta, de sus entrañas salió el maullido más desesperado y sin esperarlo saltó por la ventana de ese primer piso, huyendo.

Un nuevo crujido se oyó, en esta ocasión el espejo ya estaba roto. Sam miró hacia su lado izquierdo y la vió, andando entre los cristales y acercándose despacio hacia él. Cerró los ojos mientras ella antes de marcharse dejó su recuerdo a través de un sencillo susurro al oído...

- ¡Solo siete años de mala suerte! - marchó.
 

 



 

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