martes, 25 de agosto de 2015

¡Difícil!

- ¡Difícil! - sus dientes mordieron con sutileza su labio inferior y por instantes sus piernas parecían quererse salir de su corpulento cuerpo, éstas se movían con nerviosismo. No hacía más que intentar mirar de un lado hacia otro; era de día pero tenía miedo, la claridad no le calmaba, al menos no esa mañana. Cualquier mínimo ruido le hacía ponerse alerta, ese cuello tenso, esa frente sudorosa y esas manos insistiendo en quererse crujir los dedos. 

Por un momento quiso llorar, se encontraba sentado en el escritorio de su habitación, de espaldas a la puerta, no quería levantarse del asiento, solo comenzó a observar de reojo. Sus ojos iban de la almohada de su cama a la esquina inferior derecha del ropero.

Una respiración áspera apareció en el dormitorio, minutos después de que él siguiera anclado a la pantalla de su ordenador. Justo en el oído izquierdo notó un pequeño suspiro de aire caliente y giró bruscamente... - no había nada - . 

- ¡Difícil! - solo la puerta se hallaba abierta de par en par y el pasillo tenía el mismo decorado de siempre. Ya sí estaba llorando, sorbió con su nariz, al mismo tiempo que decidió pasar su dedo índice también por ella, evitando coger un pañuelo. Se llevó las manos a la cabeza, se dio la vuelta y siguió jugando, ajeno a lo que segundos antes había pasado.

- ¡Difícil!, ¿verdad?! - su mano tiritaba en el ratón, le había parecido escuchar una voz. Respiró hondo, casi con dificultad; estaba esperando el momento preciso para cliquear. Tragó un nudo de aire y... pulsó.

- ¡Difícil! - nombró una voz desde la pantalla del ordenador... 

Desde entonces Iván no volvió a ser el mismo. 

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