Desde mi marcha a la ciudad, nada parecía igual, los árboles verdes habían disminuido su copa, dejando paso a grandes farolas... y a algún que otro pino plantado en macetas fabricadas por manos del hombre.
Los rastrojos que se encontraban en el suelo del pequeño sendero habían sido barridos, dando lugar a una carretera que guiaba hacia el pueblo.
El cambio... ahora entendí esas palabras que mi abuela me nombró antes de ir de regreso al que había sido mi hogar.
Los animalillos que se divisaban tan sólo con abrir los ojos, al despertar, muy de mañana... algún que otro pajarillo despistado que se posaba en la ventana... o varios grillos mostrando su canto a las altas horas de la madrugada, ya no se hallaban allí.
Supongo que debía acostumbrarme... mi idea de vacaciones no iban a resultar como esperaba.
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