viernes, 19 de octubre de 2012

Esclava


Observó su figura perfecta, aunque últimamente demasiado delgada, llena de caricias que causaban moratones, y en su mente atormentó una negrura inmensa, parecida al color de la soledad, al color de sus cabellos cortos y rizados y al de sus ojos profundos, inundados en tristeza.
Su cara aterciopelada había dado paso a la rudeza, a la madurez algo incierta, dando pie a seguir.
Quitándose el carmín rojo de sus gruesos labios y el rimel de sus luceros pequeños pero atractivos y con enormes pestañas alargadas, se miró a sí misma, observó su forma de vestir, contemplándola detenidamente, despacio, con cautela, comparándola con la que antes usaba...jerseys de lana y vaqueros de última moda habían sido desechados, dando paso a minifaldas, tangas y algún que otro top que casi parecía ropa interior y que la lucía por las esquinas, por la calle sin luz, sin farolas...sólo la noche y los coches veía pasar.
Ya no poseía piel de niña rosada, ahora tenía una piel quemada por las horas pasadas al sol en las aceras, esperando algún motor sonar.
Ya no la llamaban princesa, ahora era sólo una simple esclava, esa piel ya había sido poseída por muchos hombres, muchas manos y a cambio, dinero, mucho dinero.
Sus pies llenos de callos por los continuos tacones de color chillón que siempre llevaba, y sus manos con dedos largos y finos tenían cicatrices por los lugares que frecuentaba, en ocasiones buenos hoteles, y otras tantas en campo o ciudad a las afueras.
Su vida era rutina inesperada y su calma jamás llegaba... ahora siempre sería mujer de nadie, amante de muchos, pero niña del viento, de las calles y del sueño.





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