sábado, 27 de octubre de 2012

CUENTO (EL DERROCHADOR)

Se levantó bostezando, un día más se encontraba en la calle, pidiendo limosna. 
Tenía la ropa completamente sucia, y su pelo, había dado lugar a una especie de fregona, debido a la suciedad de la calle.
Miraba a un lado y a otro, siempre que podía, robaba dinero a esas personas que tenían compasión por él, sin saber, que este hombre, Octavio, que así se llamaba, después, lo gastaría en cosas sin sentido, y que no le servirían para sobrevivir.
Entre estas cosas, había revistas para entretenerse en su día a día, pero no se hallaba alimentos ni productos para asearse, que era lo que realmente necesitaba
Un buen día, se acercó a una tienda de animales, y con dinero que había conseguido en varias semanas, se compró un perro, sin saber, que éste le cambiaría su vida.
Este perro, al cual le puso de nombre Chuchi, no se trataba de un perro corriente, era de color grisáceo y tenía diversas manchas rondeándole sus cuatro patitas grises y en la frente, entre sus dos diminutas orejitas, tenía una mancha igual a las otras, sólo que en forma de estrella.
A los pocos días de estar en la calle, Chuchi se despertó de madrugada con frío, lamió el pie de Octavio que sin zapato lo tenía y pronunció...

- Eh tú, si tú....

Octavio observó extrañado y miraba en todos los sentidos para ver de dónde provenía la voz, hasta que se pudo dar cuenta de que era Chuchi quién se dirigía a él, pensando que se había vuelto completamente loco.

- El qué se tira desparramado todo el día sin hacer nada, sólo encargado de pedir y pedir, sin dar nada a cambio... ¿Quieres que me muera de frío y hambre?

El señor seguía sin creérselo, se frotaba los ojos con sus manos negras por la suciedad, no era posible que un perro hablase.

- ¿Qué pasa, te vas a quedar callado?

Al poco rato, cuando asumió que no era un sueño y que, verdaderamente no era fruto de su imaginación...

- ¿Qué pretendes que haga? No tengo dinero, y sin dinero no puedo hacer absolutamente nada.

Contestó Octavio, sin saber muy bien porqué daba explicaciones a un simple perro.

- No soy un simple perro - Contestó Chuchi, como si le hubiese leído el pensamiento. - Puedes ayudar a la gente, por ejemplo, a esas personas ancianas que entran en el mercado y no pueden cargar con sus bolsas, y que, a cambio, te ofrezcan algo de comer, para tí y para mí.

- Ya claro, y con estas pintas nadie va a querer ni siquiera que les ayude.

Chuchi observando que Octavio no tenía remedio, tuvo que pasar al segundo plan, que no tenía intención de mostrar a este hombre, que sin compasión, lo había sacado de la tienda de animales, en la que tan perfectamente se encontraba.

- Como veo que no tienes muchos ánimos por salir de la situación en la que estás, te voy a decir un secreto. Si pulsas la pequeña estrella que tengo por mancha en la frente conseguirás lo que deseas. Pero cuidado - avisó Chuchi - Si abusas de lo que te acabo de contar, acabarás mal, así que me harás caso en todo lo que te diga, y siempre, sin derrochar.

Octavio comenzó a reirse sin parar, no se creía nada de lo que estaba diciendo, pero por probar, pulsó la estrellita y...de pronto, una luz brillante salió de esa pequeña mancha, mostrando un objeto, dándole forma de cartera.
Chuchi, corriendo, la cogió con su boca, antes de que Octavio, con impaciencia, se abalanzase hacia ella, esperando encontrar dinero.

- No es una cartera cualquiera - Dijo sonriente Chuchi, pasando el objeto a sus patas. - Se trata de una cartera mágica, la cual abres y no hay nada, la cual cierras, pides una cierta cantidad de dinero, y al abrirla de nuevo, ahí está lo que pedías.

Octavio tenía los ojos como platos y entre tartamudeo dijo...

- ¿Me dejas probar?

Chuchi se lo pensó dos veces, pero al final accedió.
El hombre abrió la cartera, hizo el proceso que antes había mencionado su perrito, y dijo, deseo 100 euros...y volvió a cerrar.

- Pero... ¿Para qué quieres tanto dinero?, sabía que no debería haberte comentado esto - Dijo Chuchi asustado.

Abrió la cartera y ahí estaban, 100 euros, nuevos, sin usar, para él...a  Octavio se le hizo la boca agua, pero antes siquiera que hiciera ademán de levantarse, Chuchi lo interrumpió.

- Quedamos en que me harías caso, así que, dame la cartera y haremos lo que yo diga. Con estos 100 euros compra algo de ropa, vete a un hotel a asearte, y por último por un cartel en el que pongas que ayudas a las personas a cambio de comida - Mencionó Chuchi decidido.

Octavio se quedó callado, observó la cartera que poseía en sus manos, miró al perro que hacía unos momentos le había dado la llave de la felicidad y se giró sin hacer caso a lo que Chuchi comentó.
Chuchi se quedó perplejo, no se lo podía creer, y sabiendo cual sería el futuro de Octavio, a voces dijo...

- Te lo advierto, y quién avisa no es traidor. Esa cartera llegará un momento en el que no te haga caso como derroches el dinero, así que, si no quieres mi compañía, al menos, haz caso a estas palabras...siempre, sin derrochar.

Octavio hizo poco caso a las últimas palabras de éste y se puso en marcha, por supuesto le haría caso, se compraría ropa, la más cara que encontrase, y también se dirigiría a un hotel en busca de aseo.
Cuando ya hubo concluido esta tarea, ni por asomo, colocaría un cartel.
Cogió su cartera, y esta vez, pidió 200 euros, con los cuales alquiló una limusina con chófer para dirigirse a la mejor inmobiliaria que hubiese en la ciudad.
Una vez que llegó al lugar del destino, observó las casas que estaban en venta, y aquella que tenía piscina y tres plantas, fue la que decidió comprar.

- Perdone señor, ¿cuánto pide por esta casa?

El señor de la inmobiliaria miró de arriba hacia abajo a este hombre, vio que iba en traje de chaqueta, tenía la barba recortada y un pelo corto y repeinado.

- Esta casa es de las más caras, cuesta 200.000 euros.

Octavio concluyó la charla diciendo...

- He de hablarlo con mi familia, ahora regreso - mintió descaradamente.

Se dirigió a la puerta, cogió su preciada cartera y dijo...deseo 500.000 euros. Con su tal cantidad de dinero en la mano, volvió a entrar, se sentó en aquella silla y ofreció todo el dinero en metálico...ya tenía casa.
Miles de cosas como estas siguió haciendo...contratar a sirvientas que limpiasen, ir de viaje, visitar los restaurantes más caros...y siempre diciendo entre dientes...

- Vaya vaya con Chuchi, al final era mentira lo que me dijo la última vez que nos vimos, el dinero nunca se acaba, tengo la felicidad completa. Estoy seguro de que lo único que quería era que lo compartiese con él.

Un día cualquiera, sonó el timbre de esa inmensa casa, con la poca sorpresa de que era un niño pequeño casi desnudo, y muy delgado.
El niño entre llantos dijo...

- Por favor señor, usted que tiene tanto dinero, dame algo de comer, lo que sea...

Sin abrirle la puerta y mirando por el telefonillo, contestó severo que no le interesaba y que no le iba a dar nada.
El niño se fue.
En el mismo día, poco después, sonó de nuevo el timbre, esta vez con más intensidad y al asomarse, se trataba de un hombre de buena familia que había llegado a la ciudad y deseaba encontrar una dirección.
De la misma forma que echó al niño, echó al hombre.
Cuando ya estaba muy entrada la tarde, una vez más, llamaron a la puerta...
Esta vez no se trataba ni de un niño indefenso, ni de un hombre perdido, sino de una bella mujer entrada en años que deseaba asilo, ya que estaba a punto de llover y no tenía donde quedarse.
Cansado ya de tantas visitas indeseadas, salió a la explanada donde tenía la piscina y dijo a voces...

- Cartera, quiero todo el dinero del mundo para estar completamente solo en el planeta, sin nadie que me moleste...yo sólo, absolutamente sólo.

Abrió la cartera, una luz anaranjada salió de ella cegándolo completamente, y cuando despertó, no halló nada, sólo había oscuridad a su alrededor, no había ni casa, ni piscina, ni nadie.
Echó a llorar...

- ¿Por qué, yo no quería esto? - Decía lamentándose de lo que había pedido.

De nuevo, otra luz, esta vez de color azul, que dio paso a Chuchi que conforme iba avanzando entre nubes también azules, se pudo apreciar que se convirtió en un hombre.

- No soy un hombre cualquiera, soy un ángel. Quise ofrecerte ayuda y no la supiste aprovechar. Te acerqué a tres personas que necesitaban tu ayuda para que te dieses cuenta de que antes estabas como ellos y así poder perdonarte por todo lo que habías derrochado, pero aún así, los echaste de tu casa, y la avaricia acabó rompiendo el saco. Ahora, por todo lo que has hecho, te encargarás de ayudar a los demás.

Sin esperarlo, Chuchi cogió su cartera, y la puso en la frente de Octavio, convirtiéndolo en perro.
Ahora se encontraría en una tienda de animales con una mancha en forma de estrella en la frente que escondía una cartera mágica, esperando a que alguien lo cogiese, para así ayudarlo en la búsqueda de la felicidad, en la cual encontraría la suya propia...y claro está, siempre sin derrochar.


FIN.




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