Me miro al espejo, y por un momento parezco atractiva, pues luzco un bonito vestido de seda de color verdoso, tal vez demasiado elegante para mí; sin embargo el moreno de mi piel gracias al sol veraniego resalta la tonalidad del mismo y la de mis ojos.
Los tacones me hacen ser, al menos, doce centímetros más alta, quizás de esta forma mi altura alcance el metro setenta y cinco.
Mis labios presentan un color rojo camersí, también muy oscuro para mí... pero ¡eso es lo que reproduce el espejo!
En cambio, mi sentir es distinto y en el fondo de mi ser ni mis ojos se aprecian tan perfectos y tampoco mis manos son tan morenas, pues de gris tengo coloreada el alma y rebosa por los poros de mi piel; aunque mi imagen reflejada no lo muestre.
A pesar de los zapatos, me encuentro cabizbaja y una joroba nace de mi espalda, soportando el peso del dolor; mis largas piernas dan lugar al sin vivir, pues desean caminar, pero hacerlo en su compañía.
Mis mejillas sonrosadas debido al maquillaje cubren mi pena, y siento miedo de la figura que se encuentra delante del espejo, pues no es la misma que yo presiento... porque en este instante puedo observar que realmente las apariencias engañan.
jueves, 25 de julio de 2013
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