jueves, 25 de julio de 2013

Las apariencias engañan

Me miro al espejo, y por un momento parezco atractiva, pues luzco un bonito vestido de seda de color verdoso, tal vez demasiado elegante para mí; sin embargo el moreno de mi piel gracias al sol veraniego resalta la tonalidad del mismo y la de mis ojos.
Los tacones me hacen ser, al menos, doce centímetros más alta, quizás de esta forma mi altura alcance el metro setenta y cinco.
Mis labios presentan un color rojo camersí, también muy oscuro para mí... pero ¡eso es lo que reproduce el espejo!
En cambio, mi sentir es distinto y en el fondo de mi ser ni mis ojos se aprecian tan perfectos y tampoco mis manos son tan morenas, pues de gris tengo coloreada el alma y rebosa por los poros de mi piel; aunque mi imagen reflejada no lo muestre.
A pesar de los zapatos, me encuentro cabizbaja y una joroba nace de mi espalda, soportando el peso del dolor; mis largas piernas dan lugar al sin vivir, pues desean caminar, pero hacerlo en su compañía.
Mis mejillas sonrosadas debido al maquillaje cubren mi pena, y siento miedo de la figura que se encuentra delante del espejo, pues no es la misma que yo presiento... porque en este instante puedo observar que realmente las apariencias engañan.

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