Me hallo desnuda; una vez más puedo observar mi figura ante el espejo que se encuentra en el baño, alargado y que muestra sin reparo cada parte de mi delgado cuerpo.
Mientras me quedo evadida observándome, oigo como el agua de la ducha cae con prisa, empapando cierta parte del suelo que piso y me pregunto porqué no acudo hacia el lugar para refrescarme de una vez por todas, al fin y al cabo es lo que iba a hacer en un principio.
En cambio, estoy aturdida, me duele todo mi ser, y a simple vista se pueden apreciar los moratones existentes en mis blanquecinas piernas, además de algún que otro rasguño en mi torso y recorriendo mis finos brazos.
Con mi mano empiezo a recorrer cada herida que se presenta, me detengo sin esperarlo y me introduzco en el agua templada, que hace que el malestar de los golpes duelan aún más, haciéndome sentir un escozor que he de soportar si quiero liberarlo.
Una vez mi cuerpo acostumbrado al agua, hace que mis manos vuelvan a buscar el dolor, que desde hace unos meses atrás, se vuelve insoportable, pero ya normal en mí.
Empiezo por el pelo, mi cabello largo disimula el gran corte que tengo en la parte central de mi cabeza, una cicatriz que muestra un día más de lucha... un ¡me caí en el baño!, mostrando mi torpeza a aquellos que quieren saber de mí.
Cuando aún no he derramado lágrimas, mis dedos se dirigen hacia mis mejillas y por el tacto, puedo averiguar que tengo la cara hinchada, quizás lo bastante roja para no salir en varios días a la calle. Mis labios muestran una línea y expresión dura, que rápidamente deshago, pues el corte que presencia hace que duela... ¡un mal golpe cuando dormía!
Ya sí mis párpados se cierran con fuerza y rabia, dejando a la vista lágrimas lo suficientemente saladas para que las cicatrices sigan doliendo... mi cuello, ahí creo que tengo otro moratón.
Lo puedo sentir de un color verdoso, difuso, pues ya no me duele como antaño.
Mis pechos, ellos están llenos de mordiscos que oscurecen mi alma... me derrumbo y por consiguiente, me acurruco en la esquina de la ducha, dejando paso al agotamiento, ya no sufro por los daños, lo hago por el dolor de madre.
Tengo las piernas enredadas en mi regazo, no quiero presenciar la evidencia de mi pérdida de peso, haciendo notar mis costillas y caderas... la falta de apetito me abruma.
Me consuela saber que Natalia, mi niña, está con mi padre en estos momentos... ¡llévala a jugar, estoy con fiebre!... una mentira piadosa nunca viene mal; aunque mi familia sabe perfectamente lo que me corroe el corazón.
Por un instante la calma llega a mi poros y mis pulmones danzan despacio, casi suspirando... cuando a punto estoy de sostenerme en pie, ayudándome con el pequeño grifo que hay en la parte más baja de la ducha, oigo como el pomo de la puerta gira.
Mis vellos se erizan... ¡NO! grita mi subconsciente, y mi tez nota un fuerte cambio, de tristeza a melancolía, de ésta otra a la calma y ahora miedo.
No puedo levantarme, de repente una figura se muestra ante mí, pero parece que viene cansado, por lo cual mis músculos se relajan.
Va vestido con el uniforme de trabajo, su ojos negros observan lo míos azules. Su fuerte constitución deja al final de sus brazos, a sus manos cerrarse en puños y me hace estremecer.
Sin embargo, comienza a desvestirse sin decirme palabra, se introduce en la ducha a mi vera, cuestión que me aterra, me ayuda a ponerme en pie... me abraza ante mi sorpresa, y sobre su torso me lleva, pronunciando un inesperado... ¡perdóname!
Ya he perdido la cuenta de las veces que me ha dicho esa palabra en pocos años, me deslizo en llanto y pronuncio un sí dubitativo.
Sólo espero que después del baño su humor no cambie y que por una vez en mucho tiempo mi pequeña hoy pueda dormir tranquila y sin escuchar los llantos de su madre mientras su padre va acabando con ella, poco a poco, dejándola constantemente al filo de la muerte.
¡Te quiero! me dice en un tono demasiado atroz y abrazándome con más fuerza de la necesaria... ¡Te quiero! ¿Entiendes? me grita con fiereza mientras sujeta mis hombros fuertemente, y sale de la ducha obligándome a caer y dejando tras su presencia un gran portazo, dejándome envuelta en lágrimas....
¡Vaya forma de quererme!... digo en un susurro y nuevamente...desvanezco.
domingo, 28 de julio de 2013
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wau! bellos de punta. me ha gustado mucho como te as expresado y como siempre pues me encanta tu forma de escribir xD. espero que sigas así que vales mucho
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario fea. Creo que una de las cosas que más me alegran es poner a mis lectores los vellos de punta jeje. Un beso.
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