A veces el destino ordena a conciencia nuestras caídas; piensa en cada piedra que desea poner en nuestro sendero para que aprendamos la verdadera lección, e incluso en muchas ocasiones esos baches que acontecen nuestras pisadas son los mismos por los que alguna vez ya pasamos y en los cuales volvemos a tropezar por fuerza de ignorancia... porque una vez mas gane la inocencia y no el orgullo.
A veces el destino realiza malabares para que conozcamos nuestros errores, nos dificulta el avance para que seamos nosotros mismos, para que creamos que a lo lejos se encuentra la salida tan esperada.
Por ello cuento como un día el destino sembró una rosa en mi camino; una bella flor que daba vida al oscuro bosque... una rosa que recogí; sin embargo se fue marchitando porque la arranqué de su hogar.
A veces el destino coloca bellas personas en nuestro sendero, pero éstas no se encuentran eternamente a nuestro lado, también se marchitan como aquella flor...
Por ello... odio al destino incierto, traicionero y a aquel destino enemigo fiel.
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