domingo, 8 de septiembre de 2013

Sin respuesta

Sigo mirando el reloj, sigo calculando el tiempo, y lo más importante... sigo sin respuesta.

Camino, es la primera vez en mi vida que lo hago teniendo en cuenta el reloj y el tiempo, esperando alguna contestación que, sin saber el porqué, aún no llega, a pesar de que mi mente crea mensajes que se producen inciertos en saber.

Tengo la mirada en un punto fijo mientras avanzo, pues el miedo a tropezar lo perdí en el mismo instante que me crucé, sin esperarlo, con mi destino... ilusa de mí no haber creído en él antes. Ahora corroboro que existe.

Sólo recuerdo una flecha encharcada en sangre, la cual hallé en el momento más preciso, con un sinfín de gotas rojas que, sin entenderlo del todo, marcaban un pequeño sendero que mi corazón dijo seguir. En cambio, antes de realizar la acción, rompí la flecha sin razón; supuse que tal vez la hermosa Afrodita se enfadaría con mi persona; pues ese objeto que partí justamente por la mitad parecía pertenecer a Cupido, su hijo.... sin embargo, proseguí.

Los baches me obligaban a caer una y otra vez, sin embargo, el sol no se escondía; creo que Apolo, dios de la estrella de día, hacía de las suyas.

El sudor brotaba por mis poros debido a la fortísima luz y por un momento, quise huir. Aunque no se me caracterizaba por mi inteligencia, en esa ocasión, Atenea me ayudó a encontrar el camino y a ser astuta en la tempestad, pues si el día siempre era presente en aquel paraíso, no debía albergar cosa buena.

Logré llegar a un sitio lo suficientemente oscuro para que mis ojos no quedasen cegados por la luz solar; pero un olor a podrido llegaba a mi nariz mucho más rápido de poder apreciar el fuego hallado al fondo, que provocaba aún más calor en mí. No quiero asustar a nadie, pero creo que vi asomar al diablo en persona entre sombras... Hades, pensé.

No tenía idea de la causa de haberme adentrado en esa historia desde que encontré la dichosa flecha y estaba llena de temor... ¡Por favor Hermes mándame alguna señal! Atiné a decir agobiada; en ese mismo minuto no sabía a quién pedir ayuda.

Creo que atendió a mi llamada, pues pronto pude escuchar un sonido que me era peculiar, me dí la vuelta y ahí estaba... el mar; Poseidón me había llevado a su vera para darme paz.... ya la había encontrado.

En todo el camino, Cupido no había sido capaz de encontrar mi tranquilidad a través del amor; tampoco el hijo de Zeus irradiaba confianza con su centelleante fuerza.
Atenea no supo guiarme en el camino y Hades, obvio no era del todo fiable en el inframundo.

Sin embargo, sin buscar, lo encontré... y mis piernas, que introducidas en el gran océano estaban, se llenaron de escamas, llevándome a la paz más profunda en el agua salada.

A pesar de la inimaginable historia que jamás pensé que tendría, aquí estoy, no sé cómo he llegado aquí, ni hacia qué lugar voy caminando, sólo sé que quiero llegar, pero...  sigo mirando el reloj, sigo calculando el tiempo, y lo más importante...sigo sin respuesta.

3 comentarios:

  1. wauuu! me ha encantado esta historia, vellos de puntas.

    me gustan mucho el tema de los dioses griegos y creo que has sabido darle tu toque personal con esta historia.
    SIGUE ASÍ CARI!! besitos :)

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  2. Gracias corazón!!!! Me alegro que te guste; no he comentado nada en tu blog desde hace tiempecillo, pero no paro de leerlo y ya que estoy decirte que, para mi sorpresa, vas mejorando y mucho. Un besazo cari. :)

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  3. Jaja me alegra que leas mis entradas y se que dedicas un poco de tu tiempo para hacerlo lo que me alegra y me hace seguir escribiendo. Espero que con el tiempo vaya mejorando poco a poco :-) un besote nena <3 y ya sabes tu manager te quiere xD

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