miércoles, 4 de septiembre de 2013

¿Quién ha dicho?

- Pero... si eres un ángel...

Me sonrojé al escucharte por primera vez; pues esas palabras sólo fueron únicas en ti. Jamás alguien había mencionado tales letras al verme. 
Al mismo tiempo que tú decías a descaro esa frase, no pude evitar mirarte de arriba hacia abajo para observar con cautela de qué rostro y cuerpo estaba compuesto aquella persona que regalaba despacio y con picardía una melodía a mis oídos.
Era obvio que te caracterizaba tu pelo rubio y  alborotado, además de unos grandes hoyuelos que salían de tu linda tez blanquecina; en ese instante, tu imagen quedó impregnada mucho más hondo de lo que la simple vista puede alcanzar, introduciéndose, hasta límites inalcanzables dentro de mis sentidos y sin esperarlo, las mariposas empezaron a brotar.
Me percaté en la manera en la que me sonreías, y cómo tus ojos centelleantes iluminaba cada uno de mis gestos, pues el agua cristalina que salpicaban tu retina se fundía en ilusión con mis pestañas largas y ojos azafrán. 
En un pequeño momento también te devolví la sonrisa, pues tus manos, que sostenían un gran arco y flecha por lanzar, mostraban la impaciencia y sudor frío típico del nerviosismo, y supe que tú, al igual que yo, te encontrabas inquieto al conocerme.

- ¿Estás seguro de que he sido yo quién ha descendido de los cielos?

Aún recuerdo el guiño de ojos que te demostré de manera demasiado atrevida, te dí dos besos en tus mejillas, ahora sonrojadas; y marché.
Por ello no hay que buscar final en la historia; simplemente hay ángeles que vuelan en compañía hasta el final de los tiempos, agarrados de la mano; pues se trata de un cuento con un amor sin fin...
¿Quién ha dicho que Cupido no podía enamorarse?







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