viernes, 19 de abril de 2013

Disfrutar de la naturaleza

Mientras el aire silencioso golpea su tímida sonrisa provocada por la satisfacción de observar el color y olor de la naturaleza, un pájaro se posa en el árbol más cercano que tiene a su vera, y una vez más, queda sorprendida ante la belleza que observa a su alrededor.
El sonido del agua juega con su pelo, pues al mismo tiempo que el viento ondea su hermoso cabello, también otorga al gran pantano una música característica. 
Las flores que a sus pies tiene se entremezclan entre sus dedos descalzos, no tiene miedo a los animales que por allí anden, pues al igual que ella, disfrutan de su hogar más preciado, el más bonito que pueda tener el ser humano, el lugar donde la paz se encuentra sin buscarla, donde llega sin avisar.
Su sentir más profundo la lleva a tenderse, a mirar el cielo que ante su cabeza se encuentra, las mariposas pasan ante sus profundos ojos verdes, que a la luz que proviene del sol quedan aún más claros de los que ya son.
Con los brazos estirados palpa cada hierbajo y piedra que se encuentra a su paso, al mismo tiempo que respira lentamente, sintiendo cada uno de los latidos de su corazón, proporcionándole tranquilidad.
Todos los problemas que hacía apenas un par de horas le llegaban de un lado y otro, sin más, desaparecieron, dando lugar a un gran abismo, pero en este caso no era negro, sino un abismo de color de rosas, introduciéndose en lo más profundo de su ser, invitándola a soñar. 
Doblaba sus rodillas al mismo ritmo que el piar de los gorriones, agudizando su oído, mientras sus párpados permanecían completamente cerrados. 
Sus labios estaban secos, pero no le apetecía moverse de aquel paisaje para beber un poco de agua, por lo que prefería hidratarlos con su propia saliva.
Poco sol era el que entraba por las copas de los árboles que tapaban su cuerpo, pero lo suficiente como para ofrecerle un estado de placer.
Y allí se quedó, durante horas y horas, no quería mirar el reloj, pues su paisaje favorito, fuera de tecnologías y alejado de la sociedad, le permitía relajarse y, definitivamente, no pensar. 



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