lunes, 5 de agosto de 2013

¿Te vas?

Me asomé a la puerta de mi casa, pues escuchaba ruidos extraños mientras dormida estaba. Llevaba puesto un minúsculo pijama, que dejaba poco lugar a la imaginación, pues mi pantalón era demasiado corto, además de que a través de la camiseta se podía apreciar, con toda tranquilidad, mi vientre; también mis pelos se hallaban alborotados.
Desde mi ventana atiné a escuchar la puerta de un coche que se cerraba con fuerza, dando paso a mi inseguridad, sin embargo, la curiosidad de gato que tanto me caracterizaba hizo que mis pies fuesen solos hacia el portal.

- Buenas noches.

No pude mencionar palabra, pues mis ojos se dilataron a la misma par que mi boca cayó postrada ante su presencia. Estaba delante de mí, perfecto, vestía un pantalón vaquero desgastado y una camisa de cuadros que dejaba a la vista unos fuertes pectorales. Sus ojos claros me observaban con picardía, y sin creérmelo del todo, acababa de asomar por mi hogar. 
Por un instante, tuve la sensación de derretirme ante él, como siempre hacía, pero mis manos se apretaron en puño, al cual le siguió un suspiro que brotó de lo más profundo de mi persona.

- ¿Qué quieres?

Dije con tono serio. No deseaba mostrar contento, pues realmente estaba muy enfadada.

- He recorrido 100 km. para verte y tú me preguntas ¿qué es lo que quiero? No te entiendo.

Ahora el aturdido era él; su semblante tranquilo se tornó en serio en cuestión de milésimas de segundos, no quería causarle mal sensación, pero no me quedaba más remedio que hacerlo, si no quería ser yo la lastimada nuevamente.

- ¿De verdad crees que venir a verme lo arregla todo? ¿Crees que puedes cambiar en un minuto, dos años de desdicha?

Esas letras no eran las exactas que quería mostrar, pues no deseaba ocasionar disputa, pero ese chico que ante mí se hallaba, había creado nuevas heridas que eran necesarias eliminar de alguna forma, y no precisamente volviéndolo a amar.

- Pero... te quiero.

Miré hacia el cielo, pues estaba a punto de soltar lágrimas otra vez, me tapé mi rostro y sollocé. Mi reacción daba paso a la desgracia que me consumía por dentro, poco a poco, la infidelidad en esos años de mi vida, había hecho de mí, una chica fuerte y a la vez tan débil. Un contrapuesto de sentidos, que ni yo misma comprendía. 
Sin embargo, mis piernas no recorrieron el camino correcto, pues en lugar de dirigirse hacia dentro de nuevo, fueron directas, sin dudar, hacia él. Le cogí la cara con mis manos empapadas en lágrimas que hacía dos segundos había derramado, y con un beso casto me despedí de él, volviendo de manera repentina a la dirección exacta.

- ¿Te vas?

Mencionó algo angustiado y con un nudo en la garganta.

- No, te vas tú.

Y cerré la puerta. Por dentro mi corazón explotaba, mi alma suplicaba que volviese a abrir el portal que antes en su nariz había cerrado, obligando a que marchase. Esperé detrás de ella, hasta que escuché el motor de un coche, el suyo, observé por la ventana y ya se había ido.
Había perdido para siempre a la persona que más había querido, pero había ganado algo fundamental, mi libertad. 

2 comentarios:

  1. Me encanta!! Sin palabras la frase: '¿Te vas?' 'No, te vas tú'... ahí me ha llegado. Estás mejorando muchísimo, y ojalá tengas suerte el día de mañana con la escritura que se que es lo que más te gusta. Aquí sabes que tienes todo mi apoyo y fuerza, no te rindas, el tiempo te dará su recompensa.

    ResponderEliminar
  2. Me alegro de que te guste y de que veas algo de mejora en mí; eres de las que mejor sabe cómo escribo pues casi que has visto mi evolución jeje. Gracias por darme esa fuerza; también tú sabes que me tienes aquí para todo lo que necesites siempre, ya me irás contando tus proyectos y que tal todo. Un besazo.

    ResponderEliminar

Seres mitológicos

Estoy sentada en el suelo, con las piernas cruzadas. En el sofá está mi hermano, dormido. Todo está en silencio; él ha llegado de trabajar ...