lunes, 21 de septiembre de 2015

Llovizna

Por mis manos resbaló una gota de agua, pequeña, insignificante. Con rapidez mis labios la rozaron y mi lengua saboreó la nada; ni siquiera sació mi sed. En apenas dos segundos ya se confundía con mi propia saliva. La gota se perdió.

Mis pestañas estaban empapadas, cuando cerraba los párpados parecía que lloraba, el rímel corría por mis mejillas y los ojos me escocían. Mis dedos los rozaron con fuerza, formando dos manchas negras alrededor, un antifaz. 

Un olor extraño - ¿era lluvia? - sí, lo era, ese característico olor... placer. Me acerqué al árbol más cercano, me agaché, arrimé mis manos al suelo del campo y lo atraje hacia mi naríz, - sí, tierra mojada - .

Observé el paisaje, mi mirada se dirigió al infinito y pude distinguir como las nubes iban dando paso a un pequeño rayo de sol.
Me senté en el suelo, mi ropa era blanca pero no me importaba ensuciarme, mi cuerpo respiraba paz. 

Por un instante fui feliz oyendo caer la lluvia, oliendo y sintiendo en mi cuerpo cada gota, probando su inexistente sabor y huyendo de esa, la sociedad.



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