lunes, 9 de mayo de 2016

El calendario

Hay flores en todas las direcciones, tan altas que ni siquiera sé hacia qué lugar corro. No veo a mis amigos y tampoco sé si siguen mi ritmo. Prefiero no parar, no sé a qué distancia se encuentran ellos de mí o si se han perdido en el camino de regreso. Esto no es un juego de niños - pienso - se lo advertí.

Avanzo con poca dificultad pero tengo un pequeño pellizco en la barriga que me impide ir aún más rápido. En mi mano llevo ese calendario, el mismo que marca los días y mi vida, nuestras vidas, el reloj pasa, estoy segura de que falta poco para las doce y un nuevo día empezará. Espero que no sea demasiado tarde.

- Tenías que venir sola - oigo en la distancia, - como siempre -. Prefiero hacer oídos sordos y seguir abriendome paso por el bosque espeso, no distingo los pétalos venenosos y los que no. Poco importa ya lo que tengo a mi alrededor, cerca puedo ver la salida, esa que llevo buscando tanto tiempo, aunque sea sola llegaré.

Ante mi cuerpo casi insconciente puedo observar unas manos que me saludan y unas sonrisas muy conocidas. 

- ¡Ha despertado!, ¡ha despertado! - y lloran. Solo puedo comprobar que las caras sonrosadas de mis amigos están llenas de lágrimas por mí, pero son lágrimas de felicidad.

- ¿Cómo habéis llegado antes que yo? - todos me miran estupefactos, desde luego no saben de qué les hablo. 

Ignoran mi comentario y se abrazan a mí, estoy en una cama de sábanas blancas y habitación fría, más cálida en su compañía.

- ¡Por fin has despertado! - y entonces lo entendí.


 



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