martes, 23 de agosto de 2016

La escalera y la rosa

Está arrodillada en la escalera, la misma que guarda los mayores recuerdos de su infancia y adolescencia, escalera fotografiada en millones de ocasiones, escenario de sus actuaciones privadas y compañera de tantos juegos.

En esa ocasión su amiga toma el rol de confidente, se convierte en testigo de sus lágrimas y le pregunta en el silencio más confesor a qué se deben esas gotas que le resbalan en sus mofletes colorados, aún no apagados por los tropiezos del tiempo.

- La echo de menos, ahora que no está pienso en ella mucho más que antes, ¿por qué? - 

Desesperada ya no sabe a quién más acudir que la pueda calmar como solo ella merece. Clama al techo y abraza la baranda marrón llena de arañazos no tan nueva como antaño y lo hace ante la mirada de un par de ojos gatunos que la observan muy de cerca en la oscuridad de la pequeña sala.

Solo ella sabe en qué momento decidió mostrar sus sentimientos a esa escalera. Tal vez fuese porque justo delante de la misma, una imagen sincera lleva sujeta una rosa que no puede parar de mirar. Ella quizás nunca pensó que conocería valor material tan significativo como una rosa seca para recordar a alguien tan importante.






 

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