jueves, 18 de septiembre de 2014

Aquel banco de Madrid

Hacía una tarde nevada, fría y los copos de nieve habían dado paso a un suelo resbaladizo. El temporal traía entre manos un viento invernal no muy agradable, que por arte de magia, trajo una voz que le hizo agudizar sus oídos y escuchar palabras flotando en el aire. 

No había explicación para aquel suceso, aquella persona que caminaba con precaución por las calles de Madrid, había presenciado en la distancia una voz muy particular y había podido descifrar en ella una tímida frase - quizás mañana sea tarde - decía a descaro. 

Miró hacia un lado y a otro, observando callado el poco movimiento de ciudadanos que se podía percatar en esos instantes. Se sentó en el banco más cercano y esperó. - Quizás mañana sea tarde - volvió a descifrar en la brisa que llevaba a sus pulmones todo un abismo de tristeza.

- Quizás mañana sea tarde - se quedó dormido, oyendo a ras del viento aquellas letras que aparecieron sin razón. Aquellas letras tan insignificantes para la población pero tan llenas de sentido para él. 

Acompañado de esas primeras y últimas palabras que él escuchó y con la neblina a su alrededor se fue. Se fue, pero con la satisfacción de tener en sus oídos el primer susurro, ese primer contacto con el sonido. Se fue con un único pensamiento en su cabeza, "quizás mañana sea tarde, pero hoy he podido escuchar" - pensó aquel anciano sordo que murió en un determinado banco de Madrid. 














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