miércoles, 6 de julio de 2016

Su tren

Veo pasar el tren desde mi ventana, lo hace todos los días a la misma hora. No me imagino la vida sin el ruido de los vagones al chocar con las vías, sin esas caras diminutas asomadas por la ventanilla y sin el perro de la vecina ladrar cada vez que alguna piedra salta disparada a su paso. 

Mi vida es el viaje, ese que miles de personas recorren día tras día en ese mismo tren. Jamás he subido a él, al menos no lo recuerdo. Llevo viviendo aquí 70 años, aquí nací, crecí, me casé, ví morir a mi ser más querido, mi madre y engendré a mis hijos. Cinco, todos varones, todos apuestos, todos crecieron y marcharon. Incluso Manuel, el hombre de mi vida, él también marchó demasiado pronto, - fue un infarto - me dijeron. 

Todas las mañanas me siento aquí frente al lienzo, dibujando siempre el mismo paisaje, con las mismas pinturas y los mismos colores. Nunca me he atrevido a cambiar de pincel por si la historia que acontece mis días diera un giro inesperado.

Es inútil, ahora lo es pensar en el destino - ¿qué destino? - me pregunto. El mío siempre estuvo escrito entre olivos y mi tren, cinco vagones, cada uno bautizado con el nombre que le di a mis pequeños para recordarlos, alguna vez les dije que me llevaran consigo - pero, ¿qué haría yo sin mi tren? - .

Adrián, el mayor, ojos verdes como la oliva, soñador como su padre, de piel morena cual gitano y hombre de mil mujeres.
Óscar, mi flor, dulce azahar nacido en primavera, tierno, tímido y mi verdadero príncipe azul.
Juan, robusto de ojos claros, trabajador, demasiado responsable y padre de mi primer nieto -al menos eso dicen las cartas-
Valentín, enamoradizo encaprichado de la vida, embustero, sagaz, mi hijo, la luz de mis ojos.
Pablo, mi benjamín, mi pequeño bebé indefenso.

- Mamá, si quieres me quedo contigo en casa, ya viajaré en otro momento - dijo Pablo mirándome directamente a los ojos.
- Sube al tren, yo estaré bien.
- ¿De verdad que no quieres venir? - me habló Manuel en la distancia de un susurro, ese hombre que empezó a trabajar en el tren solo por verme feliz.

Todos subieron con lágrimas en los ojos al despedirse de su tierra, todas sus pertenencias iban arropadas en maletas que jamás pisarían nuevamente mi casa.
- Adrián, Óscar, Juan, Valentín y Pablo - mis cinco vagones, mis cinco niños, vuestra madre siempre velará por el tren que os vió nacer, el mismo que os alejó de mi lado.


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