martes, 7 de abril de 2020

Día 25. Héroes en cuarentena

Ella se cobija entre libros, en mi cama; todos los días. Se ha declarado dueña de mis sábanas y peluches. No quiere empezar el día, no tiene apetito. Sueña, imagina y escribe en su diario una nueva historia, antes de que llegue mamá y la obligue a hacerlo en el salón y vestida; para levantar el ánimo.

Llamo temprano y la veo. Una pantalla borrosa que me dice que no ha parado de llorar en toda la noche y que, si hablo con ella, volverá a hacerlo. Por eso me limito a contar mi vida a mis padres. Aunque parece absorta, está pendiente de la conversación.

Sabe que, todas las mañanas, después de apagar el ordenador que nos une, abro la puerta y salgo a la calle. Que hay treinta pasos que me separan del autobús y que suelo pisar las mismas baldosas antes de llegar: manías.

Es consciente de que llevo la mochila a la espalda con un bocadillo para pasar el día, que los guantes y la mascarilla se han convertido en una extensión más de mi cuerpo y que, aunque es peligroso, no me tapo la nariz con ella hasta sentarme en la parada. Sabe que necesito respirar esos treinta pasos, que en ocasiones combino con suspiros incontrolados y pequeños ataques de ansiedad.

Lo que no sabe es que me giro antes de cruzar la esquina y los veo en el balcón. A los tres, mi padre fuma el último cigarro del paquete, mi madre me saluda y me lanza un beso al aire y ella está apoyada en la barandilla y sonríe. No es real, pero casi puedo tocarles.

No sabe que cruzo la carretera, casi sin mirar; que apenas circulan coches. Ella piensa que me pongo los auriculares para escuchar música, como siempre. Pero no lo hago; prefiero no tener que desinfectar un objeto más al llegar a casa, después del trabajo.

Ella cree que soy valiente, pero al subir al autobús, me derrumbo porque sé el día que me espera. Entre todas las personas que hacemos viaje, existe ya una complicidad única, a pesar de que no nos conocemos.

No, no soy una heroína. Soy humana y tengo mucho miedo. Sí me considero guerrera. El enemigo es invisible, pero batallaré para volver a verla. A mi familia, a mi hermana, que con su mirada me dice que confía en mí y que si ella, encerrada en casa, no cae; yo tampoco puedo hacerlo. 






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