Simplemente no paras de maldecirte sin más, aunque sepas con certeza que culpa tuya no ha sido ese malestar.
Aunque ellas siguen charlando y cada una dando su opinión sobre el tema, tú no paras de repetir siempre las mismas frases con las mismas palabras que antes ya habías mencionado, pero una cosa es inconfundible, no te das cuenta de que todo, absolutamente todo, tanto sus palabras como las tuyas son en vano.
Pueden darte soluciones que tú nunca llegarás a realizar, porque sola tienes que tropezarte, caer y caer una vez más, hasta que cuenta te des que no merece la pena continuar.
Y ¡es que es tan típico! te ocurre algo que piensas que es el fin del mundo y que por ello no volverás a ser la misma, la que sonreía y daba saltos por la calle como si una niña fueses, ni a sentirte viva. Y sin pensar, diriges la vista hacia el móvil y corriendo llamas a tu mejor amiga, y así en cadena os reunís todas en una pequeña habitación esperando escuchar el nuevo cotilleo o el por qué de la llamada y reunión que tan urgente parece.
Una vez dada tu charla de tres horas repitiendo lo mismo una y otra vez pero con diferentes tonalidades de voz, observas a tus compañeras, tus confidentes con caras enfadadas porque sabían perfectamente, con toda claridad lo que te ocurriría, bien porque ellas ya lo han vivido anteriormente, o porque era certero lo que iba a suceder y se veía a leguas.
Y entonces volvemos al principio.
Siempre es lo mismo, no vamos a cambiar. Lloras y lloras delante de aquellas que alguna vez lo hicieron delante tuya por alguna u otra razón parecida y convencida dices no volverte a enamorar, no confiar en los tíos o a reprocharte cosas sin sentido.
Pero cuando pasa el tiempo, otra vez ocurre sin esperar.
Y ¡es que es tan típico! una vez más se cae en la trampa, y una vez más vuelve a pasar...
Y ¡es que es tan típico! una vez más caminas cogida de la mano y riéndote sin parar, como antes lo hacías con otra persona.
Y ¡es que es tan típico! te regalan el oído, es él sin duda alguna el que más te amará, y poco después resulta que es igual a los demás.
Y ¡es que es tan típico! decir que es el chico al que más has querido, como ya dijiste con aquel que derramaste lágrimas sin más.
Y ¡es que es tan típico! llorar por amor.
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