Sólo tenía que bajar esa larga carretera desde mi casa hasta el mar, sólo era por andar un poco, despejarme, hacer un poco de ejercicio, y hacerme a la idea de que ya empezaba otro año más y que tenía que ser consciente de lo que ello conllevaba, más responsabilidad.
Cuando tan inconsciente iba, deslicé la mirada hacia al lado por si alguien conocido estaba andando por allí y tenía intención de saludarme o hacerme compañía durante un momento.
Y no me equivocaba conforme iba avanzando, él también lo hacía, con paso lento, mirando al suelo, tenía una silueta perfecta, y unos andares sólo propios de él.
Por un momento miró hacia arriba, y nuestras miradas se cruzaron, yo divisé sus preciosos ojos color miel, y él se percató de que yo comenzaba a llevar gafas, no supe reaccionar, simplemente seguí hacia adelante, al igual que hizo él, ni un "hola", ni un "adiós", simplemente indiferencia.
Cómo dos completos extraños empezamos nuestra historia, y como dos completos extraños hemos acabado.
Que linda entrada, y a la vez tan melancólica que me causa escalofríos. ¿es de tu autoría?
ResponderEliminarUn beso, pasaré más seguido.
Almendra
¡¡¡Muchas gracias!!!
EliminarMe alegro de que te guste.
Sí la autora de esta entrada soy yo, igual que todas las que te encuentres por aquí.
Y de nuevo, muchas gracias.
besitos