Tus labios también acompasaban el color, y con ansias mi ser intentaba volver a besarlos, pero tu inocencia cuando dormías me lo impidió, preferí que siguieses dormido a mi vera.
Me giré hacia el otro lado de la cama, pues tu belleza me deslumbraba hasta incluso más de lo que el sol podía hacerlo, me acomodé mucho más de lo que ya estaba, y me acostumbré a la claridad que por la ventana entraba.
Una vez más, observaste que te daba la espalda, y sin pensártelo y haciéndote aún el dormido me acurrucaste, a su misma vez provocando una sonrisa en mis labios, marcando mis comisuras... suspiré... pues nada mejor que despertar contigo otra vez más.
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